MI PEOR DEFECTO
APROXIMACIÓN DIALÉCTICA
A menudo pensamos que nos mienten. Algunas veces sabemos que nos mienten. Entre estos últimos casos, uno de los más conocidos y estudiados es la conocida paradoja de la afirmación: “mi defecto es que…”.
Hoy en día ya nadie duda que el receptor de este tipo de expresiones es consciente de que la información que le está llegando es falsa (o incierta, si usamos el estupidocabulario televisivo). Menos consenso hay en referencia al emisor de tal despropósito. Jung y sus colegas del club de tiro al plato, opinan que quien formula estas palabras sabe perfectamente que está soltando una trola de las grandes (el conocido trolensgrandüng kantiano), y lo argumentan amparándose en la imposibilidad odontológica de que alguien que dice –mi defecto es que soy demasiado bueno-, se lo pueda creer durante más de 3,7 microsegundos sin que se le colapse medio hipocampo izquierdo.
Por otra parte, desde Francia nos llegan las revolucionarias teorías del profesor Eric Cantona, quien defiende que si alguien nos dice: -mi defecto es que me preocupo demasiado por los demás-, pues significa que es feliz en su mundo de fantasía y autoengaño, y será mejor que le sigamos la corriente, que con un poco de suerte pagará los cafés. Por el contrario, recomienda no usar, salvo que nos encontremos entre esquimales, la habitual fórmula pitagórica: -no te engañes, tu defecto es que eres gilipollas-